El Testamento(v.1) by John Grisham

El Testamento(v.1) by John Grisham

autor:John Grisham
La lengua: es
Format: mobi
Tags: thriller
ISBN: 8466300171
editor: Ediciones B, S. A.
publicado: 1999-12-31T23:00:00+00:00


28

Tras haber disfrutado de nueve horas de sueño, los ipicas se levantaron antes del amanecer para iniciar su jornada. Las mujeres encendieron unas pequeñas fogatas en el exterior de las tiendas y se fueron con sus hijos al río para recoger agua y bañarse. Por regla general, esperaban a que se hiciera de día para recorrer los senderos. Era prudente ver lo que había delante.

En portugués, el nombre de aquella serpiente era urutu. Los indios la llamaban bima. Abundaba en las aguas del sur de Brasil y su mordedura solía ser mortal. La niña se llamaba Ayesh, tenía siete años y la misionera blanca la había ayudado a venir al mundo. La niña caminaba delante de su madre en lugar de hacerlo detrás, según la costumbre, y sintió a la bima retorcerse bajo su pie descalzo.

Soltó un grito cuando la serpiente la mordió por debajo del tobillo. Su padre no tardó en llegar, pero ella ya se encontraba en estado de shock y el pie derecho se le había hinchado hasta el doble de su tamaño. Un niño de quince años, el corredor más rápido de la tribu, fue enviado en busca de Rachel. Había cuatro pequeños poblados ípicas a lo largo de dos ríos que confluían en el horcajo, muy cerca del lugar donde Jevy y Nate se habían detenido. La distancia desde el horcajo hasta la última choza ípica no superaba los ocho kilómetros. Los poblados eran unas pequeñas tribus separadas e independientes, pero todas eran ípicas y tenían el mismo idioma, la misma tradición y las mismas costumbres. Sus miembros se relacionaban y contraían matrimonio entre sí.

Ayesh vivía en el tercer poblado contando desde el horcajo. Rachel estaba en el segundo, el más grande de los cuatro. El corredor la encontró leyendo las Sagradas Escrituras en la pequeña choza que era su hogar desde hacía once años. Ella llenó rápidamente su botiquín. En aquella zona del Pantanal había cuatro especies de serpientes venenosas y muchas veces Rachel había tenído un antídoto para cada una de ellas. Esta vez, sin embargo, no era así. El corredor le explicó que la serpiente era una bima. El antídoto contra el veneno de ésta lo fabricaba un laboratorio brasileño, pero Rachel no había conseguido encontrarlo durante su último viaje a Corumbá, cuyas farmacias sólo tenían la mitad de las medicinas que ella necesitaba. Se anudó los cordones de las botas de cuero y salió con el botiquín. Lako y otros dos chicos del poblado se unieron a Rachel y al corredor en su travesía por la alta hierba hasta llegar al bosque.

Según las estadísticas de Rachel, había en los cuatro poblados ochenta y seis mujeres adultas, ochenta y un varones adultos y setenta y dos niños, es decir, doscientos treinta y nueve ipicas en total. Cuando había iniciado su labor allí, once años atrás, sumaban doscientos ochenta. Periódicamente la malaria se llevaba a los más débiles. En iggi, un brote de cólera había provocado la muerte de veinte personas en un poblado.



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